Pese a que las nuevas formas de pago amenazan con sacar a los billetes y las monedas de circulación, este proceso será largo y parece complicado que se dé en los próximos años, sobre todo por la forma en que está arraigado en nuestra sociedad.
El fin del dinero supone un mejor control de problemas como el blanqueo de capitales y la economía sumergida, pero también puede traer consigo otros problemas económicos y de exclusión financiera.
En España, al contrario que en otros países como Suecia, donde el uso del dinero en metálico es mínimo, los billetes y monedas siguen siendo la forma de pago por excelencia. Según la última encuesta de medios de pago de ADICAE, el 86% de los consumidores respondieron usar efectivo en sus transacciones, principalmente para pagos en la calle, vending, transporte, donaciones, tiendas de conveniencia, restaurantes o cafeterías; y, en segundo lugar, el pago con tarjeta.
Los resultados coinciden con los datos del Banco de España que muestran en 2018 cerca de 4 millones de operaciones con dinero plástico lo que supuso un movimiento de más de 147 mil millones de euros.
Y es que no es fácil desprenderse del efectivo del bolsillo por varias razones. Aparte de que el dinero en metálico da mayor seguridad, sobre todo ofrece al consumidor una mayor sensación de control de gasto y del ahorro.
En cambio, con el uso de las tarjetas o los pagos electrónicos, el consumidor no es consciente de cómo se reduce su presupuesto y pierde su responsabilidad en el gasto.
Además el consumidor pierde su privacidad, ya que todos sus movimientos quedan registrados en los movimientos del dinero virtual.
Otro inconveniente es que, en un mundo sin dinero físico, los consumidores quedarían atados a los bancos porque solo ellos podrían almacenarlo y eso provocaría que el consumidor tuviera que aceptar todas sus condiciones por no haber otra opción.
Pero sin duda, la peor consecuencia es que se dé una gran exclusión financiera entre los grupos de población más vulnerables que no tienen acceso o les cuesta manejar cuentas bancarias digitales.
Por ello es necesario que, en caso de darse esta desaparición de efectivo en las próximas décadas, exista con previsión mecanismos para evitar que parte de la población menos digital se quede aislada. De momento, la combinación entre dinero real y virtual es el mejor status que la sociedad ha encontrado y por tanto debe de existir un equilibrio entre ellos. Desde ADICAE se apuesta porque la banca tenga en cuenta al consumidor a la hora de su digitalización y coopere, junto con las instituciones y asociaciones, en una educación financiera responsable y crítica.